Así parece que lo han bautizado ya algunos periódicos internacionales: The Jazmin Revolution. Los tunesinos se cansaron del dictador Ben Ali, que por 23 años dirigió a Tunisia con mano de hierro, prohibió la oposición, prohibió el Partido de los Trabajadores, mandó al exilio a líderes de oposición como Moncef Markouzi, al que además le prohibió presentarse a elecciones. Porque es que además Ben Ali hacía elecciones que él siempre ganaba con entre 89% y 99% de los votos. Pero con los contendores que él mismo elegía.
Algunos dirán: bueno, es como Cuba.
Pero he ahí, que nó. Ni tanto. En el caso de Tunisia nadie protestó. Nadie la embargó. Por el contrario, Tunisia era el único país al sur del Mediterráneo con el que la Unión Europea tenía tratados de libre comercio. Tunisia es además un paraíso turístico para los europeos. Un país para pasarla rico en las playas, visitando sus pueblos milenarios y ver una cultura distinta: la árabe. Una cultura no compatible con la «democracia», según la visión que tratan de difundir muchos grupos «occidentalistas» en Europa.
Según el Ministro de Relaciones Exteriores Sueco, Carl Bildt: «La modernización económica no ha tenido en absoluto ninguna repercusión en el lado político. Si nos enfocamos en abrir un espacio democrático – y estabilidad- podríamos tener una relación más estrecha».
Se refiere a la Unión Europea y Tunisia, que además de los tratados de libre comercio ha pedido una posición preferencial frente a la UE. La frase clave es «la modernización económica no ha tenido repercusión en lo político». Tunisia ha sido considerada económicamente moderna. En cuanto a lo económico, el país ha seguido los preceptos de «occidente». Pero he ahí: la economía neoliberal no ha traído «democracia». Los tratados de libre comercio no han favorecido el fortalecimiento de los derechos humanos, uno de los argumentos de los europeos para firmar tratados de libre comercio con las peores dictaduras y con Colombia, pero nó con Cuba.
Cuando los países tienen el modelo neoliberal en lo económico son considerados de por sí: amables a Occidente. Se abren a sus empresas y se reprimen los trabajadores. Cuando tienen esa economía no importa que el líder sea un dictador.
Y justamente por la economía es que empezaron las protestas. Hace una semana un jóven tunés, profesional de universidad que trabajaba como vendedor ambulante de frutas y verduras fué expuesto a una requisa de su puesto por la policía. El jóven se disgustó por la forma en que la policía quiso irrumpir en su puesto y en protesta de la requisa se quemó vivo. – Además es un dato que Tunisia es un estado policíaco tremendamente represivo y donde se calcula que uno de cada 100 habitantes son informantes de la policía – algo que seguramente le hubiera gustado a Uribe poder implementar aquí con su Red de Informantes.
Ese episodio con el jóven que se quemó, propició una serie de marchas y protestas sobre la situación de desempleo en la que se encuentran los tunesinos en general y sobre todo los jóvenes tunesinos, y de entre ellos los profesionales universitarios que son azotados por este flagelo enormemente. A la vez que la familia presidencial se enriquecía copiosamente. En los reportajes sobre Tunisia se nota una deseperación por la falta de oportunidades tremenda, que yacía desde hace rato como en una olla a presión. Tenía que explotar. Y explotó.
Ben Ali tuvo que huir del país. No fué recibido en Francia, el país que subyugó a los tunesinos como colonia. Después de intentar en varios países, sólo Arabia Saudita lo recibió. De por sí otra dictadura-monarquía apoyada por occidente. Donde las mujeres no tienen derecho a nada, ni al voto, ni a manejar carro, ni a iniciar un divorcio, ni a elegir el esposo, ni a trabajar, ni a nada de nada. Sin embargo nadie dice nada. Después nos dicen que hay que estar en Afghanistán por «las mujeres», para defender los derechos de las mujeres porque los talibanes las reprimen – al menos ese es el cuento que le echan a los ciudadanos europeos y estadounidenses. «Protegiendo la democracia», «peliando por la democracia».
Tunisia le dió una lección a todos aquellos que creen que «la cultura árabe» no es compatible con la democracia, fué el pueblo tunéz el que sacó su dictador, la UE la que firmó acuerdos con él. Una lección a todos los pueblos que viven bajo dictadores, sí se puede. Una lección todos aquellos que creen que la economía neoliberal de por sí trae «democracia» y prosperidad y oportunidades. Nó lo hace.
No se sabe qué es lo que va a pasar de ahora en adelante en Tunisia, quién va a tomar el poder. Lo cierto es que los líderes de oposición en el exilio se preparan para regresar. A la vez que milicias que apoyan a Ben Ali están sembrando el caos y la confusión en las ciudades, vestidos de civil van disparando contra casas y personas. La lucha por el poder se está dando ahora mismo. Y la UE está preocupada por la «estabilidad» del país, léase: por la estabilidad para sus negocios. Las agencias de viajes suspenden sus viajes de turismo al que hasta hace poco era un paraíso turístico, y los posponen para abril, cuando supuestamente los europeos podrán regresar tranquilamente a disfrutar del «paraíso«.
Pase lo que pase en adelante, lo que ha pasado hasta ahora en Túnez es de tomar nota: la gente se reveló y sacó a su dictador. Y llaman ellos mismos a sus protestas de «revolución». La revolución del jazmín.
gracias por esta reseña y me gustaria saber que opsiones se perfilan para asumir el poder, y cual de estas es la mas cercana al la opcion democratica no neoliberal.