A finales de marzo de 2009 cogí un taxi para dirigirme al norte de la ciudad, a la antigua empresa de EMSIRVA. Allí me encontraría con una delegación de sindicalistas canadienses e ingleses que querían enterarse de primera mano sobre qué pasaba con los trabajadores de EMSIRVA, la empresa pública recolectora de basuras de Cali (hoy liquidada).
El conductor del taxi; un moreno jóven, de mirada amable, sonriente y con el radio puesto en música salsa a las 7:30 AM, me dijo: «pero por allá está cerrado, yo la acerco pero en las noticias dijeron que había un despelote». Resulta que el gobierno Uribe de la época había mandado a cerrar EMSIRVA con el ESMAD justo ese día que iba esa delegación internacional (creo que si Uribe hubiera sabido eso hubiera postergado el despelote para cuando canadienses e ingleses se hubieran ido, era el tiempo de las negociaciones del TLC con USA y justamente los derechos de los trabajadores sindicalizados habían frenado la tan anhelada firma). El ESMAD había llegado en la madrugada antes que los trabajadores y les habían impedido la entrada a la empresa. El despelote se armó por la acción violenta emprendida por el Gobierno con ayuda del ESMAD, cuando ni siquiera el alcalde de Cali había sido informado de que la empresa se liquidaría ese día.
Ya acercándonos, el taxista con un acento marcado de la zona pacífica, me pregunta: «Y si esa empresa la están cerrando Ud qué va a hacer allá?» Yo le respondo: «es que yo soy sindicalista y voy a una reunión» (no era cierto que era sindicalista, pero de vez en cuando me gusta decir cosas que «no soy» para mirar reacciones y ponerme en los zapatos de otros; algunas identidades pueden ser: lesbiana, desplazada, mujer sensual, mujer intelectual, clase media alta, clase trabajadora etc, tomando las medidas necesarias, cambiar de identidad frente a desconocidos nos acerca un poquito a comprender el mundo de otros. ( En esta entrada hice otro experimento cambiando de identidad. )
Al darle esta respuesta, el taxista se calla por unos minutos. Después me mira por el retrovisor y me dice: «uy… pero a los sindicalistas los matan. A Ud. no le dá miedo?».