Mañana del viernes. Madrugo antes que el sol y veo la ciudad de Cali despertarse para salir a trabajar. Tengo que estar en Ginebra antes de las 7.00 am. El taxista me lleva al Terminalito (existía hace 15 años?) y de ahí cojo una buseta a Ginebra, Valle. El sol aún no sale y en el camino la buseta casi que vacía hace intentos infructuosos por recoger más pasajeros. La buseta anterior parece haber recogido a todos, pero después se vara antes de llegar al Cerrito! El sol va saliendo poco a poco y empiezo a divisar los cañaduzales a lado y lado de la buseta. También a los corteros que son transportados en camiones rumbo a su labor diaria. Llevan unos ya sus sombreros puestos, conscientes de que trabajarán bajo el sol ardiente que apenas está despertando.
Llego a Ginebra a las 6.30 am y debo esperar a mi compañía en la panadería del pueblo que ya está abierta. Me siento a tomar un tinto mirando hacia el parque y la iglesia, concentrada en no quemarme con la bebida. Don Arturo, desde su mesa, me saca de mi mundo cuando dice: «Paisa que no robe no sirve» me mira coqueto y se ríe. Su acento paisa desenmascara que se está riendo de él mismo. Y colombiano que no chismosee no sirve, pienso yo y con una sonrisa le pregunto de dónde es y hace cuanto está en Ginebra. -«De Amagá, Antioquia» me responde y lleva 47 años en Ginebra. Tiene 74 años y en ese pueblo levantó a sus tres hijos. -«Ya los dos mayores tienen negocito y la tercera estudió, ahora soy yo el vago» se rie de nuevo coquetamente al tiempo que la dueña de la panadería le sirve el segundo tinto. Yo también le pido uno más e ingresa a la conversación diciéndome que ella es de «Po’allá el oriente antioqueño, pero po’allá bién metido». También llegó hace años a Ginebra – «Y vea, tiene su panadería» – se ríe don Arturo.
A la panadería llega también Mariana, pidiendo que le regalen un buñuelo. Don Arturo con risa burlona le pregunta: «Mariana! qué es lo peor que hay en este pueblo?» Y Mariana, en sus fliflops viejas, su falda azul metálico hasta las rodillas y camiseta azul cielo por fuera, con el cabello recogido en una cola de caballo dice: «Los estudiantes de la escuela. Qué joda! Que muchachos tan maleducados! Groceros es que son! Ni yo que no tuve educación!» – responde Mariana con acento vallecaucano. Don Arturo me mira, se ríe y con su índice derecho hace círculos en el aire cerca de su sién derecha. Mariana es la «loca» del pueblo.
Yo me voy después del segundo tinto a iniciar el día con lo peor del pueblo: Los estudiantes de la escuela. Ginebra tiene dos escuelas de bachillerato: La Inmaculada Concepción y la Salle. Ambas son dirigidas por congregaciones religiosas pero son públicas. La de la Inmaculada Concepción es de las Hermanitas de la Providencia. La rectora es una Hermana de esa comunidad. A las 7.00 inician las clases. Hoy es un día especial porque después del descanso los alumnos asistirán a una jornada de prevención contra las drogas. Pero antes me entero que los profesores esa misma semana salieron de paro. El Estado debe pagarles sus sueldos el 30 de cada mes, si se retrasa un día, los profesores automaticamente entran en paro. Lo peor es que esto se repite cada mes, porque el estado nunca paga puntualmente. «Algún negocio debe haber con los bancos, que no pagan cumplidamente, porque esa plata está ahí y no se puede tocar, entonces porqué se retrasan?» – me dice un profesor.
24 profesores hay en su totalidad y todos se amontonan en una sola sala de profesores. Cuentan con un solo computador para todos, y cada uno con una silla y un escritorio. Dos baños, una nevera vieja y una cocineta completan el salón. Las dependencias son lindas, en una casona vieja de donde se divisa las montañas. Grandes parques, canchas de basketball. 600 alumnos en uniforme de diario o de educación física, unos en ropa de calle (porque hoy pueden elegir como ir por causa de la jornada de prevención) complementan el paraíso del colegio. En la pausa el estado les paga la merienda que hoy es arroz de leche y galletas saltinas. Caras jóvenes, coquetas, risueñas por doquier. Jóvenes de Ginebra, de Guacarí, del Cerrito y las veredas juntos en su casona vieja con sus 24 profesores y su monja.
Pero detrás del paraíso se esconde una triste realidad. La droga, los embarazos en jóvenes, el desplazamiento forzado, los panfletos, las aguilas negras, los asesinatos en sus pueblos. Me entero por una niña de Guacarí que las Aguilas Negras andan divulgando dos listas con 12 nombres cada una de gente que van a matar por ser vendedores de drogas. Ya mataron al tio de su prima, hace una semana a la vuelta de su casa. Me dice como contándome un libro que leyó, como si fuera cosa de todos los días. Y opinas que está bién que maten a esa gente que vende drogas? le pregunto. -«No, osea, no está bién que vendan drogas, pero él por ejemplo era hasta buena gente también. Yo no sé, pero creo que nó. No estoy de acuerdo». Tiene 14 años y aún no sabe qué va a ser cuando sea grande. Su papá es mecánico en un ingenio y su mamá limpia casas.
La jornada de prevención de las drogas dá inicio en el aula. Cientos de muchachos se sientan en el suelo. Hacen bulla, no se callan aunque les digan que se callen. Se sueltan el pelo, mascan chicle, coquetean, se miran, se hablan al oído, se suben la falda para que se les vea las piernas. Yo los veo y recuerdo que yo también hacía todo eso. Pero estos muchachos hacen mucho más. También fuman marihuana que compran hasta en el mismo colegio. Algunos fuman más que marihuana. Shock y otros nombres que no me grabé, quizás porque es tan triste lo que me cuentan. «Son pegantes que traen de Estados Unidos» – me cuenta un muchacho que nunca ha fumado pero que sabe qué es lo que fuman sus amigos. «Son pegantes de PBC, solución, otros son mezclas, hay muchos, yo tengo una foto en mi casa con esos pegantes» – cuenta.
El Consejo de Jóvenes de Ginebra son los que realizan la jornada bajo el lema «Sí a la Vida. No a las drogas». Uno de los primeros actos es una obra de teatro sobre las consecuencias de las drogas. Un muerto, una niña bién que termina como prostituta, una violación, un amigo que pierde su amigo y su novia, todo por las drogas. Cuando la persona sensata de la obra, la niña estudiante dice en su papel que quiere investigar qué es lo que sus amigos andan haciendo que se portan tan raros, el auditorio abuchea. Una niña detrás de mí dice: «que se vaya a dormir!» El personaje se gana la admiración del público, al menos se nota por las risas y los aplausos, cuando se vuelve prostituta después de una violación.
En el acto hasta la policía hace presencia y realizan una obra, pero también son abucheados. Apenas son anunciados el auditorio muestra su desagrado. Después de la jornada, queda la contenta de que disfrutaron mucho de la primera obra, en la cual los fumadores eran la gente «cool». Los que no fumaban, los aburridos. Pero también se nota que disfrutaron cuando sus amigos y otros jóvenes les mostraron lo que hacían en el tiempo libre: taekwondo, grupo de baile y música.
«Los muchachos piden más actividades para hacer en el tiempo libre, el deporte» – me cuenta Julio, que integra el Consejo de Juventudes de Ginebra. Un muchacho de 22 años (son elegibles los que estén entre 15 y 26) estudiante de administración de empresas que estudió en la Inmaculada en Ginebra. «Nosotros somos 8 en el Consejo y somos los interlocutores entre los jóvenes y la administración municipal. Pero el año pasado no pudimos hacer mucho porque el dinero que iba destinado hacia nosotros se lo gastaron en contratos. Este año nos hemos puesto las pilas para que esa plata vaya para donde debe ir» – dice Julio y saca de su bolsillo y le da un dinero a unas niñas que regresarán a sus veredas «lo que nos ha tocado hasta ahora es sacar de nosotros mismos para muchas cosas. Si a estas niñas no les damos el transporte, no vienen» – concluye.
La lucha contra las drogas continúa. La próxima presentación será en La Salle. Mientras tanto en La Inmaculada cada profesor enfrenta el problema a su manera. Han creado un Comité de Prevención.
Lo que personalemente me pregunto es cómo hacer que los jóvenes opinen que es «cool» no tomar drogas. Por ahora, la clave está a mi parecer, que todos esos muchachos abuchearon al personaje que quería sacar a sus amigos de las drogas. Y aplaudieron al mismo personaje cuando se convirtió en una prostituta por las drogas.
«Education is teaching our children to desire the right things» – Plato
«Educación es enseñarle a nuestros niños a desear las cosas correctas» – Platón
Gracias especiales a mi amiga Ayda, que me permitió ver un poco del mundo de los estudiantes de Ginebra.

Los cañaduzales del Valle despertando

Ginebra

Arroz de leche y galletas - la merienda estatal

El aula

Obra de teatro: Daniel y Camila preocupados por su amigo que está actuando raro

Daniel cae en las drogas, por su amigo

Camila se preocupa por su amigo Daniel y es abucheada por el auditorio

Camila se convierte en Natasha, y es aplaudida