14 de noviembre 2014.
Llego a la oficina de la ADRA – Acção para o Desenvolvimento Rural e Ambiente – en la ciudad de Huambo a las 8:00 am, como habíamos acordado Paulo, Adalberto y yo.
Ya conozco el camino, es la segunda vez que lo recorro. Sólo hace dos días estoy en Angola y justamente el todo ser nuevo me lleva a tener las antenas en perfecto funcionamiento: memorizar caminos, símbolos, dónde puedo comprar agua, dónde es la oficina, el hotel.
Huambo es la tercera ciudad de Angola en tamaño pero parece más un pueblo. Y no sólo eso, un pueblo saliendo de sus cenizas. Emergiendo como el ave fénix. Casas aún destrozadas, abandonadas, impactadas por tiros. Un centro muy deprimente lleno de gente vendiendo lo que puede en las calles, polvoriento, fachadas deslucidas. Hasta las oficinas más «elegantes» de la empresa de telecomunicación Unitel parecen haber pasado hace ya muchos años por sus mejores días. La plaza de mercado exhibe en la tarde unas frutas casi podridas que aún parecieran esperar ser compradas por algún hambriento que vea en ellas una salvación, un poco para el estómago.