Nuestro eje cafetero (departamentos de Risaralda, Quindío y Caldas) ya no parecen tan cafeteros. Anoche regresé de unas pequeñas vacaciones en la zona (Santa Rosa de Cabal, Salento, Filandia) y aunque la zona aún es hermosa y con aquellas casonas de las fincas cafeteras y los pueblos tipo «Café con Aroma de Mujer», las plantas de café no se ven por ninguna parte, a menos que se meta uno en el pequeño camino entre Filandia y Quimbaya (Quindío). Desde la autopista del café sólo se ven pastos, zonas ganaderas. Y el camino a Filandia es básicamente ganadería. Efectivamente la gente en Filandia me comentó que muchas fincas cafeteras dejaron el negocio del café y se han dedicado a la ganadería o al turismo. En una finca me comentaron que era difícil conseguir gente para trabajar en la recolección de café.
Esto contrasta con las visitas a los pueblos, donde las cafeterías compiten en cuál hace el mejor café y además hay iniciativas para fomentar la cultura del café, cual tratase del vino. Enseñando a los visitantes cuál es la mejor forma de tostar, tostando el café en la misma cafetería o restaurantes y si se quiere le venden el paquete de café de una determinada finca. Y pareciera que este movimiento fuese menos comercial. Me decía don Eduardo, del restaurante Allegra de Salento, el que sirve el mejor café en todo el Quindío, que la misión es enseñarle al colombiano mismo la cultura del café, que sepa diferenciar los diferentes tipos, pasar de exportar nuestro mejor café y tomar el bagazo a tomar nosotros mismos los mejores granos. Y vaya que se aprende! Es muy diferente el sabor de un grano de 1300, 1500 o 1600 mts sobre el nivel del mar. También es distinta la forma de tostarlo. Y del Cauca y de Nariño están llegando ahora unos de los mejores cafés colombianos. Inclusive la cadena de cafeterías estadounidenses Starbucks ya compró toda la producción de café de Nariño para este año, según me comentaron en Allegra.
En todo caso, las cifras de Fedecafé ya aterrizaron y al parecer Colombia aumentó su producción de café en el 2010, de 7,8 millones de sacos en 2009 a 8,9 millones el año pasado. Sin embargo las cifras son por debajo de lo esperado, que eran 9,2 millones de sacos. Y muy lejos del nivel de 2007, 12,6 millones. Y se prevé que para el 2011 la producción caiga debido a la lluvias de finales de 2010.
Y si uno vá al «eje cafetero» pues no le extrañan las cifras. La verdad es que será mejor llamarlo el eje ganadero o turístico.
Y el turismo se basa sí en la cultura del café, en las fincas cafeteras que por demás son de ensueño, pero hoy casi que meramente hostales turísticos. Pero además, el turismo se basa en la naturaleza de la región, que de verdad lo deja a uno con la boca abierta. Atónito ante tanta hermosura reunida. Sobre todo cuando no se mira tanto a los pastos ganaderos, sino que se pone uno las botas pantaneras y se adentra en las trochas, subiendo la montaña para ver los nacimientos de ríos y las cascadas. Nacimientos de agua fría y agua caliente o termal. La montañas y los bosques guardan secretos milenarios, árboles en peligro de extinción que pareciera que rogaran no ser descubiertos entre tanto verde y poder así disfrutar de ser los nidos de pájaros de miles colores y muchísimas otras especies que viven una vida silenciosa o ruidosa a su manera, como esperando jamás ser descubiertos por aquellos animales depredadores de todo lo que tocan: los seres humanos.
Detrás de estas hermosuras naturales, en la vía que de Boquía (vereda de Salento) lleva a la reserva de la Pata Sola (a donde nadie vá – lo sé porque fuí y troté sola por mucho tiempo en ese paraíso) hay una extenso «bosque comercial» de eucaliptos. Mientras trotaba martes en la mañana, me encontré con unos trabajadores muy amables que talaban los árboles de eucalipto. Al preguntarles por su labor me comentaron que ese «bosque comercial» era propiedad de la compañía Cartón Colombia y la madera sería usada para hacer papel. Lastimosamente el eucalipto es una especie de árbol que pide demasiada agua y seca la tierra en ecosistemas donde ellos no son «naturales». El ecosistema en esta zona es bastante frágil, ya que allí hay nacimientos de agua, y muy cerca nace el río Quindío. Una hermosura de río de agua super fría que por Boquía pasa aún limpio y claro. Como en el Edén. Pero es preocupante que justo en sus inmediaciones tenga un bosque de eucaliptos, para hacer papel. Ya Cartón Colombia ha sonado anteriormente por sus plantaciones en el Valle del Cauca, donde la gente se quejaba de sus «bosques comerciales» de eucaliptos. Cuántos ríos podemos sacrificar por nuesto papel? Cuánto le vamos a permitir a las compañías papeleras arriesgar nuestras fuentes de agua y nuestros bosques?
A finales de los años 90 Colombia ocupaba el 4 lugar en el mundo en recursos hídricos. Hoy somos el No. 24. Pueden creerlo? Tenemos que empezar a pensar el «desarrollo» de forma diferente. Desarrollo en este caso no serían más empresas que sequen nuestras fuentes de agua, serían las iniciativas para aprovechar el agua y preservar nuestras fuentes del recurso al mismo tiempo. Como va el mundo con sus cambios climáticos y la futura falta de agua, si logramos mantener nuestros recursos hídricos podríamos ser potencia en este sentido.
Habrá que hacerle seguimiento a empresas como Cartón Colombia cuya actividad no sólo le genera ganancias a ellos, las genera a costa de una acitividad riesgosa para todos nosotros. Cómo son las políticas ambientales de la empresa que comercia con «bosques comerciales»? Pues en su página de internet se vé únicamente la Política de Responsabilidad Social en cuanto a temas sociales de las comunidades donde laboran. Pero nó una visión ambientalista global.
Como Leonor Zalabata – líder de la comunidad indígena arhuacos – me dijo sabiamente una vez en una charla en el año 2007: «Sin los derechos del medio ambiente a existir y subsistir, no existen los derechos humanos. Porque sin medio ambiente no somos nada».

Santa Rosa de Cabal
(más…)