– Aquí hay una organización para todo. Una para los derechos de los perros, otra para los derechos de los gatos. – nos dijo Juanita, una refugiada chilena que había vivido en Suécia casi 20 años cuando nosotros llegamos, mi familia y yo.
El rumor decía que aquí el gobierno ayudaba economicamente a organizaciones de la sociedad civil, lo que se pedía era que se registrara la organización para lo cual se necesitaban unos estatutos, un número mínimo de miembros, una junta directiva, con un presidente, un tesorero y un secretario a lo mínimo y después de registrada la organización recibía un número. Con eso ya podía empezar a recibir las ayudas.
Como en todo rumor, no era del todo cierto. Lo del resgistro, los estatutos etc si. Pero lo de que de una se recibía ayuda, no. No es que el gobierno sueco bote la plata por la ventana y se la dé a la organización del perro y el gato, sino que hay que solicitarla a ciertos organismos, agencias del estado e instituciones privadas para determinados proyectos. El proceso en si es a veces un enredo, como buscar en una selva. Pero es cierto que el ambiente para organizarse es dinámico y recibe mucho más apoyo aquí que en por ejemplo Colombia, donde todo hay que hacerlo con las uñas y muchas veces las organizaciones son atacadas.
Esta oportunidad de organizarse es aprovechada por muchos refugiados políticos, enseñados a organizarse en sus países, lo continúan haciendo aquí. Los colombianos no se quedan atrás. De tal forma empezó mi vida organizativa cuando yo tenía 16 años y fuí escogida secretaria de la organización Camilo Torres. La cual ya no existe.
El miércoles pasado fuí a una conferencia sobre la ley que varias organizaciones de la sociedad civil en Suécia están impulsando: rebaja de impuestos para el que done plata a una organización como Save the Children por ejemplo. La conferencia era organizada por el instituto Sektor 3, cuyos dueños son organizaciones de la sociedad civil y fuí invitada como miembro de una organización que trabaja por Colombia, la Red Colombia.
Lo que noté de una en el salón fue que no habían inmigrantes, más que otra mujer de apariencia latinoamericana y yo. Lastimosamente, después de ese primer baño de lecciones organizativas que me dieron los argentinos, chilenos, peruanos y otros colombianos al inicio, con el tiempo lo que voy notando es la falta de inmigrantes en las organizaciones en Suécia. En una reunión de sindicatos hace un año, una colombiana de visita me decía: «bueno, y dónde están los africanos, los latinos, los asiáticos… no hay sino puro mono aquí». Yo ya me estaba acostumbrando a los monos de las organizaciones, pero su comentario me impresionó puesto que era su primera vez en una reunión en Suécia y ella lo habia notado tan rápido. Una amiga adoptada de Colombia y en la junta directiva de un Sindicato grande aquí y miembra del partido Socialdemócrata me decía: » yo soy la cuota inmigrante en la organización, por mi apariencia física (muy colombiana tolimense), pero yo no soy inmigrante, yo soy sueca, con idioma perfecto y contactos, entonces yo no debería contar como cuota inmigrante».
Mientras escuchaba a las organizaciones grandes y pequeñas, a la Cruz Roja y la organización de Padres y Madres solteros, la de los voluntarios activos, y la de los que les gustan los jardines, yo pensaba si no era hora de armar la organización de inmigrantes por más inmigrantes en las organizaciones…