El 2010 empezó para mí empacando maletas para ir a trabajar a Quito. Y después de medio año trabajando con refugiados en el vecino país puedo decir sin vacilar que aprendí muchísimo más sobre Colombia que sobre el mismo Ecuador. Es porque el 98% de los refugiados en Ecuador son colombianos. Con ellos compartía todo el día de lunes a viernes. Sus historias se fueron convirtiendo en retazos de una colcha inmensa, de una colcha sucia y maloliente. Una colcha que nos cubre a todos, aunque tratemos de no verlo, de negarlo o nos hayamos acostumbrado. Los refugiados colombianos en Ecuador son también parte de nuestra historia. Sus historias merecen ser contadas y conocidas por sus compatriotas.
La segunda parte del 2010 me dejó otro acontecimiento muy importante en mi vida: volver a vivir en mi país y en mi ciudad.
Los que me conocen protestarán, porque en el 2009 también viví aquí por 4 meses. Ese era el periodo de prueba. El periodo de ver si podía volver a vivir en Colombia después de 14 años por fuera. No crean que es fácil. Para nada. Es como llegar a la casa y descubrir que cambiaron el juego de sala. Que tiraron el cuadro que uno había comprado para la sala. Que pintaron las paredes de colores amarillo con verde y rojo horroroso, y sólo conservaron el azulejo del baño. Que la mitad de la cuadra se fué y ahora hay nuevos vecinos. Pero igual es la casa de uno. Uno sabe dónde está el baño. Dónde acostumbran a poner la leche y el pan. El baúl de la abuela cambió de lugar pero sigue en la casa, etc. Uno sabe que está en casa, por más cambiada que estuviera.
Así me sentí el 2009 en el «periodo de prueba«. Descubrí que no tenía ni idea quienes los nuevos «famosos» eran. Que me había perdido la «pelota de letras». Que Bogotá estaba más organizada que Cali (Aunque eso haya cambiado otra vez este año). Que Guayacán y Niche ya no eran los de antes. Que ahora estaba La 33. De Bogotá (que, que, que, qué?).
Además que de millón y pico de desplazados por allá hace más de una década saltamos a 4 millones y pico y ya somos el segundo país con mayor número de desplazados internos después de Sudán! yeah! Alguien habla de ese «logro»? Que ya el presidente no se ponía con bobadas sino frenteramente iba diciendo a reymundo y todo el mundo que dijera algo crítico que eran unos guerrilleros de corbata. Adiós a la hipocresía! – claro que eso ya cambió de nuevo este año. Ahora son «sicarios» y «mafiosos» y es el ex-presidente que lo dice.
Pero muchas cosas seguían igual: las arepas, los chontaduros, la corrupción. Seguían matando sindicalistas a diestra y siniestra y el pasito a lo juanchito era aún un clásico usable en las discotecas de barrio como en las finas, tipo Café Libro de la 93.
Total que pasé la prueba en el 2009 y por eso regresé en el 2010. Esta vez para estar más tiempo. Y ésta vez no a Bogotá sino a Cali. Aunque me encantó Bogotá. Pero este año por cosas del destino vine a parar a la ciudad donde nací. A la ciudad de la familia, de los vecinos, de la escuela de la niñez y del colegio de juventud, de la canchas panamericanas y las piscinas donde aprendí a nadar. A aquella ciudad que yo trataba de explicarle a los extranjeros que me preguntaban de dónde yo era.
Y poco a poco voy conciliándome con los nuevos muebles y el nuevo color de las paredes. Voy recuperando mi acento que hoy parece de «actriz» según la vecina que me vende minutos para el teléfono. Osea que no se puede saber de donde soy cuando hablo. Hablo un «español neutro», me explica ella.
Poco a poco me estoy acostumbrando a que la temperatura no baje de los 20 y tantos grados (y adorando eso), que la gente me mire de pies a cabeza sin disimular, que los hombres no disimulen y griten piropos en voz alta (eso no suecede en Suécia, jamás de los jamases!), que la gente grite de una esquina a la otra, que la vecina haga fiesta en pleno día de semana hasta las 3 a.m (sino es porque yo tuve que decirle que no podía dormir – por lo cuál me sentí totalmente «anti-caleña»). Acostumbrándome a que los domingos es día de locha, o si a mucho de ir a Pance. A que no haya espacio público! Los andenes son de todos menos de los peatones. A que la gente no retorne la llamada. Ni los mails. A que los mensajes de texto no tengan valor. A que no se hacen planes. Se hacen las cosas y los planes el mismo día. A que los servicios bancarios no funcionen y haya que pagar las cuentas personalmente y nó por internet!
En fin… el 2010 significó que algunos colombianos como yo, retornamos a vivir en este país que también es nuestro. Ojalá y ninguno más tenga que salir a vivir por obligación en otro país. Ni que ninguno más tenga que salir de sus parcelas.
Adenda: Además este fué el año en que conocí México. País maravilloso!
Feliz 2011!