Me contaba mi tío una noche de larga conversación divagando en la memoria, la siguiente historia:
«Una vez, siendo yo estudiante en la Universidad del Valle, debió haber sido 82/83, hubo una asamblea en la universidad y cuando se terminó habían dejado unos portacasettes y yo los cogí y tenía también unos comunicados que se habían repartido ahí. Los metí a mi mochila.
Al otro día yo iba en mi moto por la autopista cuando tán! un retén del ejército. Ahí mismo yo paré y me requisan. [….] Por esos casettes (de cantautores cubanos) me cogieron y me detuvieron. Me preguntaban que quién era yo. Cuando me llevaron al batallón (se supo después que era el Pichincha) me vendaron los ojos con una bandera del M19 y me pusieron esposas. Recuerdo que me hicieron bajar unas escaleras y yo sentía que entraba a un calabozo. Yo lloraba. No sabía que iba a pasar y era un pelao. Ahí me dejaron unas noches y al otro día me sacaban como a un patio, todavía con los ojos vendados. Siempre tenía que tener la misma posición: parado con las piernas abiertas y las manos detrás de la cabeza. Varias horas. A uno le empieza a doler la entrepierna, siente un impulso a cerrar las piernas, a recostarse sobre la pared de atrás pero el guarda nos lo impide. En los brazos también inicia un dolorcito muy lentamente y poco a poco como que se le entumecen. Es una posición de tortura de baja de intensidad que va acrecentando el dolor lentamente. Y al márgen de este dolor, lo que también más me dolía era que me hubieran vendado con esa bandera del M-19. De los vendidos del M! Y así me interrogaban.
En el día me interrogaba un man de esos, pero que era «bueno», amable. El de la noche era un patán. Pero este era: «Hermano, colabore!» Me decía que cerrara las piernas y me quitaba esa venda, la bandera del M, lo último para mí significaba un gran alivio! [risas…]
Me preguntaba que quienes éramos los que estábamos haciendo todo eso, que por qué era que protestábamos?
Y yo le decía: no es que nos subieron el 50% lo del restaurante, la comida en la universidad, y entonces estamos peliando por eso.
El: Y cuánto pagan ustedes?
Yo le conté: no pues como 1000 pesos mensuales [ era algo así – baratísimo para ese momento]
y El: y te parece mucho hijueputa que te lo suban? [risas de mi tío cuando recuerda…]
[…] Después me tomaron una foto con esa bandera, antes de soltarme. Eso me daba mucha pena!!»
Mi tío logró salir de ese sitio gracias a un contacto en la policía que tenía mi abuelo, pero por tres días estuvo desaparecido sin que la policía hubiera hecho un reporte oficial de haberlo detenido. De esa, se salvó y vivió para contarla. Y cada vez que la cuenta, en su memoria el dolor físico va perdiendo protagonismo mientras que el dolor de haber sido vendado con la bandera del M le sigue causando repugnancia.
«Después en la Universidad yo les contaba a los muchachos lo que me había pasado y todos coincidían que la peor tortura era esa bandera en los ojos», cuenta seguido de una carcajada amplia, sonora y contagiosa, de esas que usamos dar en nuestra familia.
En esta historia estaba pensando mientras leía sobre el apoyo de Petro a Santos. Ciertas cosas no cambian. Hoy como siempre y en nombre de la Paz, la bandera del M19 sigue siendo usada para vendar muchos ojos.

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