“Me siento como una mala madre” – me dijo mi mamá antier y ayer se fué a celebrar navidad con la familia en Nueva York y su año nuevo con familia en Cali. Además que no volverá por estas frias tierras si no hasta por allá por febrero. “No, mami, no se sienta mal, váyase y diviértase, si yo pudiera me iría también, yo me las arreglo”. Le contesté.
Y es así como esta es la segunda navidad en mi vida que celebro sin mi madre. La primera vez fue cuando era estudiante de antropología en Brasil y la navidad me sorprendió en un pueblito con nombre alemán aportuguisado, Nova Friburgo, con una lluvia incesante pero conté con la buenísima suerte de llegar justo al Bar do Vovô, donde toda la gente del pueblo se reunía, llevaba comida, una banda de forró e invitaban a todos aquellos que estaban “longe de casa”, lejos de casa, a celebrar con el pueblo. Es una de mis navidades memorables. Además que hice amigos.
La primera navidad en Suécia fue una navidad colombiana. La nostalgia y tristeza era inmensa, hacían falta los vecinos, los amigos, la familia, la fiesta en la calle. Así que nos reunimos rolos, paisas, tolimenses y vallunos a hacer un sancocho de gallina y poner música colombiana. Esa noche una amiga tolimense que era muy bromista y ya llevaba unos años aquí nos cuenta a todos los primíparos: “ Los suecos miran el Pato Donald en navidad. Comen y después se sientan frente al televisor a las 3.00 pm a ver el Pato Donald y una película más de Disney, y después reparten los regalos, si hay niños alguien se disfraza de Papá Noel y llega con los regalos, y después se acabó todo. Por la noche no hay nada”. Recuerdo que directamente pensé que nos estaba tomando el pelo. El Pato Donald? Porqué mirar el Pato Donald justo en navidad? “Y es que usted ya estuvo celebrando navidad con los suecos?” Le pregunté. “No, pero eso me cuentan”.
Así se empieza a descubrir la cultura del otro, por rumores. Justo ese resultó ser cierto. Cuatro años después de haber llegado a Suécia celebré esa navidad por primera vez, en casa de la familia de mi novio sueco. La comida es bufé con el plato central, el jamón o carne de cerdo y varias clases de pescado; salmones y arenques con diversas salsas, papas y verduras. Además del tradicional Glögg, que es como un vino de especias muy dulce y se toma caliente con almendras y uvas pasas, y las galletas de canela, con las cuales también los niños arman casas pequeñas los días anteriores a navidad. Muy ciertamente comimos y después nos sentamos todos frente al televisor a ver al Pato Donald, una película de Disney y una de dibujos animados suecos que se llama “La navidad de Karl-Bertil Jonsson”. Esa última produce debate porque algunos dicen que tiene tintes comunistas y no la deberían pasar más. Se trata de Karl-Bertil que trabaja en el correo durante las vacaciones de navidad y en vez de llevar los regalos que la gente de dinero envían a sus amigos, los reune y se los lleva a gente pobre. Tomando de los ricos para dar a los pobres. En todo caso todavía la siguen pasando cada navidad.
Después del momento frente al televisor se reparten los regalos y generalmente después en la noche ya todo acabó. Será comer más, ver más películas y ya. Afuera es muy frío, oscuro y con suerte lleno de nieve para completar el idilio de la navidad blanca.
Es por esto que mi mamá sentía remordimiento de irse y dejarme aquí. Pero esta navidad de Pato Donald también la sobreviviré.
Felices fiestas para todos y buena feria para los que están en Cali!