Hoy hablemos de belleza y debilidad.
Sigamos a Mary Wollstonecraft (1759-1797).
«Debo descender a las menudencias del tema. Lamento que las mujeres sean sistemáticamente degradadas al recibir las atenciones insignificantes que los hombres consideran varonil otorgar al sexo, cuando en realidad apoyan insultantemente su propia superioridad. No es condescendencia doblegarse ante un inferior. De hecho, estas ceremonias me parecen tan ridículas que apenas puedo contener mis músculos cuando veo a un hombre lanzarse a levantar un pañuelo con solicitud ávida y seria o cerrar una puerta, cuando la dama podía haberlo hecho con moverse un paso o dos».
El «caballero» se conoce por su solicitud «ávida y seria» por ayudar a una dama, tanto en la época de Wollstonecraft como en la nuestra. Muy a menudo cuando voy a comprar cosas en el supermercado, me gusta ejercitarme llevando las bolsas caminando a mi casa. En mi mente voy pensando que caminar me fortalece físicamente, llevar las bolsas fortalece mis brazos. Son sólo 15 minutos de camino. Máximo. Puedo hacerlo en menos. Muy a menudo veo caras que me miran como preguntando: «en serio vas a llevar esas bolsas vos sola? (y agrego la lógica: mujer débil?). De vez en cuando hay un hombre solícito a ayudarme con las bolsas. A lo que acostumbro a responder: gracias, yo soy capaz.
Este «caballero» nos quiere abrir la puerta del carro, la puerta de la casa, nos quiere levantar lo que se nos ha caído, nos quiere pagar la cuenta en el restaurante.
Recordemos: «no es condescendencia doblegarse ante un inferior». La cortesía y la caballerosidad (que van de la mano y muchas veces tienen significados entremezclados) no es un acto de amabilidad, como quiere pasar disfrazado; es un acto de superioridad. Entre iguales es imposible encontrar la cortesía y la caballerosidad. Si un hombre llevara las bolsas, ningún otro hombre se acercaría con «solicitud ávida y seria» a ayudar a llevárselas. Se razonaría, que si aquél hombre escogió llevar las bolsas caminando, obviamente y como ser racional que es, ha pensado que puede llevarlas solo. Sin embargo, en cuanto se trata de una mujer, se estima que esta no puede llevarlas sola, por que no es suficientemente fuerte. Pero además, y aunque ella se haya aventurado a hacerlo, todavía cabe la duda, pueda ser que ella no haya pensado bién las cosas y se entere de que efectivamente no es capaz físicamente. Porque es débil, por naturaleza.
La cortesía y la caballerosidad no se presenta entre iguales. Un hombre no le paga la cuenta en el restaurante a otro hombre por un acto de «caballerosidad», más bién se puede presentar como un verdadero acto de amabilidad o intercambio de favores, y se esperaría que el otro retribuya este acto con otro acto de amabilidad pagando la cuenta en otra ocasión (u otro tipo de favor: mover sus hilos burocráticos, ayudar en un negocio etc). El hecho es que sería muy difícil encontrar una relación de un hombre que constantemente le pague la cuenta en el restaurante a otro. (Aquí me dirán que cuando ocurre con la mujer el acto de caballerosidad tiene la finalidad de meter a esa mujer en la cama y no siempre como un signo de mostrar poder económico frente a ella- lo cual no le quita el ser un acto de superioridad aún: pagar por favores sexuales, yo pago porque tengo poder económico, y tú me ofreces tu cuerpo. Y primero soy cortés y caballero, porque me hace sentir «más hombre» y además un «buen hombre» – en todo caso, superior a tí). E igual, entre mujeres no se vé este acto de «caballerosidad» de pagarle la cuenta a otra mujer en el restaurante más que por puro intercambio de favores o verdaderos actos de amabilidad. Además por que nosotras no podemos ser «caballeros» – como la palabra «caballerosidad» en sí implica, es un asunto de caballeros.
La debilidad física siempre nos la ha achacado en cara el sistema patriarcal a las mujeres. Que no tenemos igual fuerza física que el hombre. Esta idea hace parte de un entramado de ideas que históricamente nos han relegado a ser «el segundo sexo», el «sexo débil». Es más, lo usan como una razón por la cual somos inferiores a ellos; el mito vá (no puede salirse de un mito y conjeturas porque todo ocurrió en la prehistoria) que los privilegios fueron inclinados hacia aquellos que podían salir a cazar y por tanto era para los más fuertes físicamente. Lo que el patriarcado no nos explica aún, es porqué esta situación persiste cuando a través del proceso civilizatorio el trabajo físico ha sido degradado a ser un trabajo para inferiores: esclavos y esclavas, trabajadores y trabajadoras. Y aún lo es, el que más plata tiene no necesita ni lavar los platos, ni sus calzones, para limpiar la casa tiene una (en casi todos los casos) mujer del servicio que lo hace ( no que el esfuerzo físico era para ellos? qué pasa en la relación entre ejecutivo y empleada?) y la tecnología nos ha dado máquinas de lavar para evitar el trabajo físico. Si la civilización cada vez más relega la fuerza física a un esfuerzo malpago y sin estatus, por qué insistir en que las mujeres tenemos ese «defecto» de no poseer fuerza física. Al son de hoy ese debería ser un detalle sin importancia.

Mary Wollstonecraft escribió: Vindicación de los derechos de la mujer. En 1792.
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