Noche de las velitas

Publicado: 9 diciembre 2010 en Ritos

Uno nunca sabe cuándo algo será por última vez. O la última vez en mucho tiempo. Y por eso tendemos a no memorar las cosas, los momentos.

Yo no recuerdo cómo fué el 7 de diciembre de 1995. Fué esa mi última noche de velas en muchísimos años. Pasarían 14 días de las velitas en que no volvería a prender velas. Pero esa noche me imagino que pasó como siempre: en la noche habré salido con mis hermanas y mis padres y habré puesto velas de todos los colores en nuestro parqueadero en la unidad residencial donde vivíamos. Y sobre todo, habré aprovechado para encontrarme con las vecinas amigas de la unidad con quienes no dejábamos pasar un fin de semana o un día festivo sin salir a simplemente hablar de todo lo habido y por haber cerca de los culumpios de donde los niños más pequeños acostumbraban a quitarnos con sus gritos. Para al final ir a dar a la portería a conversar hasta que una de nuestras madres saliera a gritar por la ventana uno de nuestros nombres.

No me considero tradicionalista. Normalmente alboroto a mi entorno con mi poco tradicionalismo. No me considero religiosa tampoco. Normalmente me guardo mis ideas religiosas para mis adentros, porque a nadie le debe importar, ni me importa las que tengan los demás, me gustaría que se las dejaran para ellos sin tratar de «iluminarme» o «convencerme» cual se tratase de un programa político. Y aún admitiendo que esta noche es una noche de corte religioso, el día de la Virgen, lo que extrañé mientras no lo celebré fué la atmósfera de la noche, la atmósfera de saber que no iba a la escuela el día después. Que iba a tener una noche prendiendo velas y juegos pirotécnicos con mis padres, mis hermanas y mis amigos.

Es que cuando se es emigrante y se está lejos, las tradiciones que se quedan resaltan más, porque el nuevo entorno ni siquiera las conoce. Y aunque lo reviviéramos en el nuevo hogar, notamos que las tradiciones son algo que se construyen colectivamente, no cada uno por aparte. Es el ambiente, la gente, lo que hacen los demás, lo que hacemos nosotros y lo que hacemos juntos, que hacen de las tradiciones algo especial, difícil de replicar en otro lugar.

Mi noche anoche fué especial. No fué igual a como lo recordaba. Pero fué una noche para recordar. Con dos parientes ya de edad que me contaron que cuando ellos eran jóvenes por allá en los 50, el día de la velitas eran dos días; el 7 y el 8 de diciembre. Como vivían en fincas, acostumbraban a hacer faroles para colgar de los árboles. Y las guaduas las partían por la mitad y ahí colocaban las velas. Indudablemente sus recuerdos eran muy diferentes de los míos. Y anoche lo vivimos como lo pudimos vivir: con faroles colgados desde el balcón, buena música y mucha charla.

Pero hoy amanecimos sin agua. Quizás las velas tuvieron demasiado efecto y la virgen escuchó a todos aquellos que rogaron por menos lluvia. Tanto así que nos dejaron sin agua en ese sector de Cali.

Día de las velitas

Velas en el barrio

Sin agua esta mañana. Los vecinos pidiendo donde la vecina.

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