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Sabes qué? Deberías buscar el libro ”Happy, happy”, me dijo mi ex-colega de trabajo, Jessica, cuando la volví a ver después de seis años. Estábamos en la isla donde vive ahora con su novio (un muchacho adoptado de Colombia) y tomando mojitos mirando por encima de los techos rojizos y anaranjados de las casitas del pueblito hacia el azul del mar báltico.
A veces la vida se me asemeja a un sueño que uno no sabe si de verdad está viviendo ya o es todavía esa imágen que uno se formó alguna vez en su cabeza. Y aquí estoy, adulta, sentada con una muy apreciada ex-colega, pagando mis mojitos, mi viaje a esa isla, escogiendo con quien quiero estar y pasar mi tiempo, tomando completa responsabilidad por mi vida y por mi hija.
La sugerencia de libro de mi amiga se debía a contarle la razón de por qué me separé del padre de mi hija y compañero de hacía más de 10 años (la única relación que he tenido en la vida): porque sólo tengo una vida, y no era esa la que quería vivir.
Es más o menos así: me lancé al vacío y sin paracaídas. Esa es la sensación que uno tiene cuando toma decisiones drásticas, por ejemplo, separarse después de una relación muy larga. Pero por qué drástica? Era la pregunta que me hacía una y otra vez durante un año de pensarlo desde todos los ángulos. Separarse no debería ser algo drástico, máximo cuando no ha habido infidelidad, ni malos tratos, ni nada dramático. Lo único era que el amor se transformó: de ser un amor pasional de pareja, un día percibí que éramos excelentes amigos. No más. Por qué entonces sería drástico separarse?
Y llegué a la conclusión que es la sociedad la que nos dice que es drástica. Todas las voces sonaban en mi cabeza: en serio querés vivir sola? Estás preparada para la soledad? Podés colgar cuadros y armar camas vos sola? Si ni siquiera te gustan los taladros!! Podés pagarte todo sola? Podés sostener a tu hija sola? (A esa voz yo le respondía: mi hija tiene padre, y no estoy sola en esa parte, así que cállate!) Volverás a encontrar el amor? Creés que va a haber un hombre más tierno, fiel, comprensivo que él? Quién te va a aguantar todas tus excentricidades? Cómo será tu futuro ahora? Cuando has cumplido los 30 ya en esa década hay menos hombres ”disponibles”, refunfuñaba una de las voces con el índice en alto.
Pero la vida me ha enseñado a ser valiente. Aunque esas voces hablaban al tiempo en mi cabeza a todas les tenía una respuesta: sí, quiero y puedo vivir sola, de hecho, los periodos de mi vida en los que he estado sola me sacan todavía sonrisas al recordarlos (Rio 2005, Bogotá 2009, Quito 2010), estoy preparada para la soledad porque justo eso es lo que necesito; tiempo para escribir, para leer, para hacer ejercicio, para dedicarle el tiempo suficiente a las cosas que me hacen feliz. No soy experta en armar mesas y camas y no sé usar el taladro, pero puedo aprender. Para qué carajos estudié si eso no me va a dar un trabajo que pueda pagarme todo lo que necesito? Hasta ahora hemos compartido los gastos, aprenderé a ahorrar más. Volveré a encontrar el amor? El amor de pareja? Tengo el amor de mi hija y mi familia, por lo demás no sé, y no me preocupo. De hecho, he tenido una sola relación durante toda mi vida, no me caería mal ahora darme el tiempo para estar sola y conocer caballeros interesantes que se me presenten, ya he dejado pasar algunos por estar comprometida… Pero esa no es la prioridad; la prioridad es ser feliz. Happy, happy.
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Ese libro causó debate cuando salió, porque muestra una imágen positiva del divorcio/separación, me contaba mi amiga mientras tomábamos mojitos.
Así que cuando llegué a casa de la isla, lo reservé. A los tres días el correo me lo había lanzado por el agujero de la puerta. Y comencé a devorarlo…
La verdad, no es la separación lo que ha sido complicado. Lo complicado ha sido darse de cara con una sociedad sueca totalmente conservadora. No me lo esperaba. Yo imaginé que regresar a Suecia (sólo y únicamente por mi hija) como mujer separada iba a ser una cosa suave y normal. Pero oh! cachetada: esta es una sociedad donde las mujeres son libres en sus 20s y mientras están buscando pareja. Una vez cumplido los 30s el mandato social dice que lo mejor es estar establecida con una pareja, tener mínimo dos hijos, hablar de ellos todo el tiempo (y publicar en facebook sólo imágenes de la familia feliz!), tomar préstamos juntos (para nunca separarse!), buscar el idilio de casita roja (o apartamento bién equipado si vives en Estocolmo) y empezar a planificar para la pensión que siendo que son dos, ambos van a poder tener un buen estándar de vida material (ellos siguen sacando mejor pensión que ellas, porque ellas cuando se vuelven mamás trabajan menos para dedicarse a los pequeños, según un informe del ”lobby de mujeres” muchas mujeres pensionadas no se pueden separar porque tienen muy poquita pensión)… podría seguir… pero volvamos a happy, happy…
Mi idea de las separaciones/divorcios nunca ha sido problemática. Yo crecí en un ambiente latino de hombres infieles con sus esposas cuidadoras y abnegadas y matrimonios de toda la vida. Era natural, inteligente como he sido, que mis sueños no fueran ser ”esposa” y ”madre”, mucho menos mujer abnegada. Cuando yo soñaba despierta a mis 15 soñaba esto: ir a Europa a estudiar, aprender muchos idiomas, aprender a manejar carro, regresar a Colombia, trabajar, pagarme mis cosas. Y ahí paraba de contar. Digamos que uno debería volver continuamente a su juventud, a revisar lo que uno pensaba y quería para su vida antes de que la vida adulta le pusiera rejas a los sueños y le diera formas decentes y aceptables de vivir la vida.
Algunas amigas desaparecieron, quizás es demasiado rebelde hacer lo que he hecho. No pensé que lo fuera. Pero como me decía otra amiga (inmigrante, de mi edad, soltera y sin hijos): ”debe ser que ven lo que podría pasar; que el sueño covencional se les desmorone, que les recuerdas que el amor no es eterno, que también se puede transformar. El miedo a perder todo lo que han invertido”.
No sé. Y no he querido ser amenaza para nadie. Pero intentar ser feliz a la forma de uno puede ser bastante subversivo, y lo vivo en carne propia.
Leer ”Happy, Happy”, un libro escrito por mujeres escritoras, periodistas, políticas, etc todas suecas, que hablan sobre sus divorcios positivamente (y confirman mis ideas sobre el conservativismo de esta sociedad) ha sido delicioso. Es como por fin tener la solidaridad de las mujeres suecas. Que me digan que está bién hacer lo que estoy haciendo, que por esto han luchado muchísimas mujeres por siglos y siglos cuando a las mujeres no les era perimitido separarse de sus maridos, ni tener cuentas bancarias propias, ni trabajar etc. Que era para que yo, como mujer, pudiera tomar estas decisiones que muchas mujeres marchaban en las calles decenios atrás, también en este país. Que lo que estoy haciendo, dignifica sus luchas. Y me dignifica a mí: no necesito de un hombre para ser feliz. Todo lo que necesito es a mí misma y ser valiente.
Pero aún en Suecia, la separación/divorcio tiene un estigma grande. Todo lo relacionado con una separación es ”triste”, es una ”ruptura”, algo que ”se quebró”. La gente pone cara de velorio al escuchar sobre una separación, en vez de desearle a uno buena suerte y darle un espaldarazo: ”si esa es la decisión a la que han llegado, les deseamos lo mejor!”. No… así nadie le dice a uno. Aún contándoles que fue de común acuerdo, la gente sigue con cara de velorio. Cuando ya ambos estábamos empezando a hacer planes para esta nueva fase, reacomodando la vida y mirando para el frente, la gente alrededor pareciera que no sabía si poder hablar con el uno o con el otro, o que tuvieran que escoger lado…
Es claro que todo en una separación no es un baile de rosas. Las lágrimas llegan, la sensación de que uno esté tomando la decisión errada. Esa sensación de que lo que era, nunca más es ni será. En mi caso personal, mirar las fotos de más de 10 años juntos me causaba infinita tristeza. Pero lo que fue, fué, y afortunadamente fue bonito. Pero quizás mi propia experiencia de exilio (empaca tus maletas que vas para otro país y no sabes si volverás. Ya!) me ha enseñado que no puedo apegarme a nada ni a nadie. Que todo pasa y todo cambia. Que lo que viene también será bonito. Nuevo. Y será lo que yo lo haga.
En este libro, diez mujeres hablan de su propia expierencia de divorcio. Cada una diferente. Pero lo que tienen en común, es que no son historias con la clásica narrativa de ”fracaso”. Son historias que dignifican el crecer como humano, los cambios de la vida, la olas, la montaña rusa (agárrate y déjate despelucar!), las emociones.
Y los hijos? Esto le hace daño a los hijos (dice la voz refunfuñona de la sociedad).
En estas diez historias, y justo como pienso yo, vemos que los hijos todo lo que necesitan es amor. No necesariamente dos padres viviendo bajo el mismo techo siendo infelices y sacrificando sus vidas por ellos (por los niños).
No quiero poner sobre mi hija la dura y pesada carga de que no hice mi vida y lo que yo quería hacer, por causa de ella. No es ese el mayor sacrificio del amor, desde mi lógica.
El amor tiene que ser alegría, no sacrificio, tiene que ser valiente, no medir la cuenta bancaria. Tiene que ser libre, no atar. Tiene que fluír, no ser aprisionado. En vez de tener un padre y una madre viviendo juntos para mantener las costumbres, mi hija recibe dos padres viviendo la vida, amando, tratándose como amigos, haciendo lo mejor posible por mostrarle que existen mil formas de vivir y de ser feliz, y que estaremos ahí siempre para cuando ella decida como ella quiere ser feliz. Estaremos incondicionalmente. Siempre.
Y como madre veo aún más una responsabilidad frente a mi hija: mostrarle que es ella quien decide si quiere ser madre o nó. Y si decide serlo, que también es ella la que debe llenar esa maternidad de significado. Ella es la que decidirá qué tipo de madre ser. Y yo estaré ahí para apoyarla, incondicionalmente. Porque la maternidad debe enriquecer, no empobrecer la vida. Debe agregar, no quitar (no quitar los sueños, lo que se era antes de ser madre, no quitar los hobbies, no quitar las características y rasgos que nos gustaban ya de antes sino enriquecer todo, absolutamente todos los rincones de la vida).
Así que después de más de 10 años de noviazgo y vivir juntos, terminar como amigos que se apoyan no es un fracaso. Es un gran éxito. Y el fruto de ese amor está ahí para dar testimonio.
Anteriormente se decía que el amor era para toda la vida, pero también vivíamos vidas cortas. Con una perspectiva de vida de 80 y pico años, creo que toca darle una revisada a esa promesa… si los bancos y sus préstamos de vivienda lo permiten. Hasta en eso, el capitalismo ha hecho trizas la experiencia humana y le ha puesto precio.
Reblogueó esto en Los Caminos de la Vida.